Introducción:
Este término de origen francés, ‘tutú’, define una “falda de
tejido vaporoso y transparente de las bailarinas de ballet o un faldellín usado
por las bailarinas de danza clásica”. El origen de la palabra no se conoce con
exactitud, pero aparece vinculada al traje de las bailarinas en el siglo XIX,
en un momento muy concreto en el que empiezan a diseñarse y usarse nuevos
trajes, no utilizados hasta ese momento en el ballet. El tutú es un traje de
escena adaptado a las coreografías románticas y clásicas.
Su evolución está ligada a la evolución de las técnicas
coreográficas y de danza y, aunque parezca contradictorio pues su origen es
anterior, a la aparición del tejido de nylon.
Historia
Aunque el baile es una manifestación humana presente en
prácticamente todos los tiempos y culturas, su calificación como danza o ballet
se vincula al desarrollo de un arte pautado y marcado por la técnica y la
coreografía, y a su ascenso a categoría de arte escénica.
En este aspecto todos los expertos coinciden en marcar como
inicio convencional del ballet la presentación del Ballet Cómico de la Reina en
el Louvre, en septiembre de 1581, como parte de los actos celebrados con motivo
de las bodas del Duque de Joyeuse con Margarita de Lorena. La Reina, Catalina
de Médicis, que aportó sus gustos y costumbres italianas, y el maestro de baile
Belgioioso fueron los artífices.
Los bailes cortesanos desarrollados en jardines y salones,
en los que participaba la corte, e incluso los reyes, alcanzaron un gran auge
en Europa. En 1661, el rey Luis XIV crea la Academia Real de la Danza y da con
ello un nuevo impulso a este tipo de espectáculos.
Así, progresivamente este arte pasó de la corte al teatro, y
poco a poco serían artistas profesionales quienes participarían en él. Durante
todo este tiempo los trajes utilizados eran similares a los trajes de corte,
ricos, suntuosos y a la moda, y con pequeños elementos que sirvieran para
identificar a los personajes. Los zapatos, asimismo, eran de tacón
La mujer empieza a bailar como profesional en 1681 y muy
pronto aparecerán grandes bailarinas que revolucionarán a la vez la técnica y
el vestuario. En 1730 la bailarina Marie Camargo acortará sus faldas por encima
de los tobillos para que pudiera verse su dominio del entrechat. Marie Sallé,
unos años después, aparecerá en Londres vestida tan sólo con un corsé, una
falda y un vestido de muselina por encima.
El punto de inflexión para el cambio definitivo llega en
1760, cuando Jean-Georges Noverre publica sus Cartas sobre la Danza, auténtica
revisión del pasado y nueva teoría sobre el sentido de la danza, su técnica y
todo lo que la acompaña.
Por tanto, a lo largo del siglo XVIII el vestido de baile se
aligera y, a partir de la Revolución Francesa, los vaporosos y transparentes
vestidos-camisa, impuestos por la moda femenina, y el empleo de muselinas,
gasas y tejidos transparentes facilitarán la evolución de los trajes de escena
sobre todo en la danza, en la que los materiales, siluetas y adornos se
simplificarán. El calzado también adoptará las novedades del momento y en el
ballet aparecerán los zapatos planos propios del Neoclasicismo, como puede
verse en grabados de la época. A partir de este momento se introducen también
las mallas de color carne para cubrir las piernas, que quedarán,
progresivamente, más al descubierto.
Con la llegada del Romanticismo llega también un período de
esplendor para el ballet.
Se produce una unidad temática y estética que favorece un
nuevo ballet completamente independiente y definido; argumento, música,
coreografía, vestuario, escenografía y técnica se unen ayudados por nuevos recursos
técnicos como la luz de gas, que comienza a utilizarse en la Ópera de París en
1822. Los libretos de ballet se vuelcan en temas sobrenaturales, leyendas y
reinos de fantasía poblados de fantasmas, sílfides y personajes salidos de los
sueños. El ballet romántico se impone y es a partir de ahora cuando se califica
como “tutú” el traje de las bailarinas.
En 1832 se estrena el ballet La Sílfide, que establece la
estética y características del ballet romántico. Su protagonista, Marie
Taglioni (Estocolmo, 1804 – Marsella, 1884), fue una de las más importantes de
su tiempo, y también ha pasado a la historia por haber sido la primera de la
que se tiene constancia que utilizara el tutú romántico. Su técnica en puntas,
su ligereza, sus características “etéreas” al bailar hicieron que Victor Hugo
le dijera: “à vos pieds, à vos ailes”.(“tus pies, tus alas”).
Hay numerosos grabados y pinturasque representan a Marie
Taglioni con el traje
que Eugène Lami diseñó para la Sílfide: corpiño ajustado,
gran escote que dejaba lucir los hombros y falda acampanada (construida con
capas de tarlatana, muselina y gasa) hasta media pierna y ligeras zapatillas de
color rosa; sin olvidar las pequeñas alas situadas en su espalda.
Puede decirse que la repercusión de esta bailarina y la
estética creada por ella en La Sílfide marcaron la moda de los años que
siguieron a su estreno en la Ópera de París en 1832. Si hasta ese momento el
traje de escena era una estilización de los trajes de cada época, ahora
empezará a independizarse y, es más, en este caso concreto se convertirá en un
prototipo a imitar. Además, a esto habría que añadir la fragilidad, palidez y
delicadeza que las mujeres del momento tomaron de la Sílfide, que fue
considerada como el ideal femenino.
De hecho en alguna revista de moda de la época se menciona
el “vestido sílfide” como un tipo particular de vestido, y es clara su
influencia, particularmente, en los trajes de sociedad para los bailes. El
calzado, dejando aparte los ligeros botines utilizados con los trajes de calle,
en los bailes y salones, consistía en una liviana zapatilla de raso, plana y
atada con cintas, similar en todo a las utilizadas por las bailarinas. En este
momento la danza en puntas ya estaba generalizada aunque se desconoce cuando
comenzó exactamente.
En 1841 un nuevo ballet, Giselle, impone definitivamente el
“acto blanco”, fija el traje de ballet (cuerpo ajustado, hombros al aire, falda
o tutú de gasa, muselina o tul, siempre blancos, y mallas y zapatillas de raso
rosas) y consagra el ballet romántico.
Cuando las grandes bailarinas del momento, Marie Taglioni,
Carlotta Grisi, Lucile Grahn y Fanny Cerrito, aparecieron en Londres en 1845
bailando el famoso “Pas de Quatre”, salieron a escena ataviadas de igual
manera: vestidos de gasa blanca siguiendo la estética romántica. Esto hace
pensar casi en un uniforme, un traje de trabajo establecido.
Estos trajes eran utilizados tanto para las clases y ensayos
como para los espectáculos en los teatros; sólo en este caso se les llama tutús
y su diferencia estaba tan sólo en una mayor ligereza de los tejidos y en la
ornamentación y decoración con galones, lentejuelas…
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